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Mi abuelo aprista

Publicado: 2015-08-03


Cuando mi abuelo tenía mi edad era un cajamarquino que había llegado a Lima en caballo con la idea de ser profesor. Aquí iba a la universidad mientras trabajaba en un colegio de primaria, donde se afilió al sindicato de profesores. Cuando se funda el partido aprista, el sindicato se afilió al partido y mi abuelo a caballo limpio hizo campaña en 1931, tiempo en el que se fue a cañete y conoció a mi abuela, cuya familia sanchez cerrista no veía con buenos ojos a mi abuelio. Durante la persecusión, guardaba armas en su casa y funjía de secretario porque tenía buena caligrafía, cargo que ocupó en el sindicato de profesores hasta su muerte.

Durante la primavera democrática del 45 al 48, mi abuelo ocupó algunos cargos más relevantes en el partido, lo que hizo que en la casa nunca se le esperara para cenar porque llegaba muy tarde. El 3 de Octubre del 48, cuando estalla la revolución en el Callao, mi abuelo y sector tenían orden de parar al ejército si intentaba ir a ayudar a los marinos. En el desorden, pasaron la noche esperando que les dieran una directiva para enfrentarse.

La entrante dictadura de Odría hizo un planillón con el padrón del partido que hizo que sacaran del magisterio a todos los apristas. El ochenio de Odría significó para mi familia mudarse a Barrios Altos y a mi abuelo convertirse en vendedor ambulante. En mi casa aún hay una de las máquinas de escribir que vendía en la avenida Abancay. Varios tíos mios terminaron en la cárcel y mis tías iban a visitarlo. En esos momentos tan difíciles, mi abuelo nunca claudicó, y mandaba a mi tío Alfonso de 6 años a repartir La Tribuna entre su ropa.

El pacto con Prado significó para mi abuelo volver a enseñar. A partir de allí, siempre trabajó en colegios privados para evitar futuras represiones. Dos días antes de las elecciones el partido había decidido avalar a Prado y no a Lavalle, lo que hizo que la familia entera pase de repartir volantes de Prado de un día para otro. Todos querían que los tíos y amigos salgan de la cárcel, donde estaban por nada más que ser apristas.

A mi familia siempre le ha ido bien en democracia, y para las elecciones de 1962 mi abuelo ya había podido sacar a la familia del callejón de un solo caño en Barrios Altos y se mudaron al Rimac, donde fue parte de las actividades para tener local propio en el célebre sector 5 "A", ahora nombrado 25 A.

La alianza con Odría alejo a muchos apristas, pero mi abuelo se encargó de defender la posición tomada por el partido. Célebres son las discuciones con el tío Mauro, su hermano a quien tuvo que convencer entre vinos en largas faenas.

Mi abuelo fue mucho más que aprista. Pero el día de hoy, en el que me dispongo a marchar por Alfonso Ugarte con la estrella, pienso en todo lo que vió y sufrió mi abuelo, y me dispongo a no dejar que todo haya sido en vano.

Nos vemos en la avenida de los pañuelos blancos


Escrito por

Luis Zaldívar

Antropólogo, consultor, activista


Publicado en

Malarabia

Gestión cultural, política, bohemia